l0 de julio, Montreal, último día

Desde niña me gustaron los castores, después de que un día de reyes llegó de regalo la pequeña familia castor a mi vida, con su piel suave, sus dientes filosos como los míos, su amor por el agua y roer casas como escondites. Antier, mientras hacíamos un paseo en bicicleta por la isla Jean Drapeau, después de caminar por el viejo puerto y tratar de hacer una lenta digestión de los famosos sandwiches smoked meat con putin (papas con gravy y queso), nos detuvimos a ver a este amigo que  histriónicamente se dejaba fotografiar y mostraba su belleza rechoncha. Intentábamos salir del autodromo a la baja velocidad de nuestras bicicletas rentadas y en una vuelta lo descubrí, de inmediato supe que era un castor, aunque después titubeé, tan bello como confiado dejaba que me acercara y estuvimos platicando.

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La bicicleteada que inició en el biodomo duro hasta el atardecer; cruzamos el puente de la Concorde, y paseamos a lo largo del canal Lachine del cual ya les he hablado. El viento, los caminos perfectos diseñados para la bici, los cruces de calles y avenidas, disfrutar las visión industrial de fabricas antiguas, el verano caluroso, la gente disfrutando la tarde sobre el cesped, pasar justo en el punto exacto donde el otro día me beso un brasileiro, el día que conocí el canal. Terminamos agotados, con el alma alegre y el cuerpo cansado, y seguimos caminando la ciudad, porque es poco el tiempo aquí y se acaba las vacaciones. Y casualmente me ha tocado compartir con amigos que no veía desde hace veinte años y que es extraño volver a vernos y descubrirnos iguales y tan diferentes; hacer picnic en Mont Royal con el tam tam y el retrato de Leonardo Cohen que se mira desde las alturas; pasear por la av. Laurier y el barrio judio comprando pan con Nydia, algo así como una viaja amiga nueva; cenar por las calles de Le Plateau el barrio portugués una sopa Ramen con JC, un guiso con baba ganush o Humus, porque como dice el Vic, aquí es muy buena la comida especializada internacional; contarnos la vida a lado de un Jameison o una cerveza de verano en alguna terraza atravesando las calles repletas de arte callejero. Y que la amistad esté ahí, intacta. Agradezco tanto encontrar a los amigos que se han ido y regresan.

 

7 de julio, Montreal

El viernes fue día de hacer mudanza de airbnb del metro Monk hasta el metro Saint Michel y de descansar, comer rico en el restaurante de la esquina una sopa deliciosa de chicharos, pea suop, y un plato fuerte de pescado con  arroz, puré de papá y zanahorias cocidas, todo con un buen aderezo y limón, de esos grandototes amarillos. Mas tarde fui por el metro Lionel Groulx al mercado Atwater, desde donde empecé la caminata por el canal Lachine, un canal hermoso que inicialmente fue usado para navegación y permitió una bonanza industrial, se conserva limpio estando dentro de la ciudad. Es considerado patrimonio histórico del país y espacio de recreación para hacer paseos en bici, en kayac o bote, caminatas a lo largo del borde o picnics.

Ayer más descansada conocí por fin el Merché o Mercado de Jean Talon, ahí se encuentra comida orgánica recién cosechada o incluso para cortar al momento, deambulé por los puestos de verduras y comida hasta que me convencí por unos camarones empanizados que quizá no me cayeron bien o combinaron mal con una cerveza que tome en el barrio cercano,  la Petite Italie, un barrio típico de Montreal de migrantes italianos donde me encontré un árbol cuyas flores parecían un algodón de feria, y donde compré un libro de Dani Leferrière L’Énima du retour que me está gustando mucho o por lo menos lo que le entiendo

Ma mère et ma sœur

sont venues nous rejoindre

sur la galerie.

Une charole religiouse a la radio.

Ma mère chante aussi.

Le soir tombe

Caminé desde este pintoresco barrio un par de horas hasta La petite Patrie, asombrándome en cada esquina de las jardineras con flores silvestre y de ornato, jardineras recién sembrada, en el gran Rosemont, donde me hospedo. Un poco alejado del centro de la ciudad.

 

Festival de Jazz de Montreal

Los últimos tres conciertos que disfruté en el festival de jazz se fueron como agua. Apenas alcancé a escuchar a Samantha Martín & Delta Sugar, compositora e interprete de toronto, con un vozarrón que con pontencia y decisión tenía cautivado al publico con canciones de amor con influencia de blues  y soul. El debut de esta banda fue en 2015, desde entonces han aumentado el numero de artistas que colaboran en el escenario.

 

Sue Foley, de ontario, me llamó la atención desde que exploraba el programa antes de llegar a Montreal. Maravillosa guitarrista de rasposa voz, es cantante y compositora, a través de su trayectoria se ha convertido en un icono del blues. Echados sobre el pasto disfrutamos de Ice Queen, canción que le da nombre al último álbum que ha estado promocionando estos dos últimos años. Estará en el festival del blues de Ottawa el 9 de julio.

Y no podíamos irnos sin repetir el maravilloso concierto de Manteca, de los cuales hablamos el viernes pasado, porque bailar es vivir, les dejo la única foto que tengo en el festival bailando. Y que la alegría nos lleve por los caminos de la música.

 

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5 de julio, Montreal

Visita al jardín Botánico

Ayer caminé mucho por el Jardín Botánico, un lugar extraordinario donde se combinan una exquisita jardinería y el amor por las plantas silvestres del verano en ese estilo afrancesado donde todo tiene su lugar pero se le deja crecer con alegría y desenfado. Primero me recibieron los rosales, de mixturas y colores que no había visto antes, quería comerme sus colores, retozar entre la belleza que se abre y se va secando para volver a abrirse. El jardín chino con un lago, construcciones de madera roja, bonsais danzando en sus rincones. El jardín nativo donde crecen las flores de temporada sobre las piedras; flores de ornato y un jardín de plantas medicinales o toxicas, como decía en el letrero, que me emocionó mucho, reconocí por su nombre algunas, descubrí muchas que nunca había visto vivas. Creo profundamente en el poder curativo de las flores y la alegría que nos brindan, y también en aquellas que especialmente han sido puestas en la tierra para ayudarnos en nuestro retorno a la salud. En el restaurante comí una ensalada de frijoles y trigo que me dejó girando en el cosmos, rematado por la visión hermosa de una joven musulmana en la sesión de fotos de la boda en el jardín de la paz.

 

 

Festival de jazz de Montreal

La tarde empezó bailando al ritmo de K-IRI, dueto de guitarra, violín y voces,  provenientes de Burkina Faso y Etiopía, quienes a un estilo que nunca había presenciado nos llevaron de la conmoción al movimiento de pies frente al escenario del Casino Montreal, al terminar el concierto encallé un rato en el pasto cansada de la larga caminata.

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Acomodé mi bolsa como almohada y dormité sobre el pasto un rato mientras comenzaba el concierto siguiente, en el escenario de los espectáculos de blues, donde conocí a otra legendaria banda del blues rock  Stephen Barry Band, este escenario se ha caracterizado por tener a los fans más antiguos completamente leales a los ritmos que constituyen las raíces de la música blues de Montreal, con una trayectoria de 44 años, prendieron a la banda con «someone gives me a stone» y una buenísima versión de «Bowl in chain» (La mujer de amarillo era la que más bailaba pagada al escenario).

 

 

Y por la noche fue la fiesta total, nos divertimos muchísimo bailando con Manteca, quienes este año cumplen 40 años igual que el festival de Jazz, y cuyos ritmos de salsa, samba, funk y jazz le dan un sabor que la hace ser otra banda legendaria, que se va enriqueciendo con la colaboración de diferentes músicos que la componen.

 

 

 

Pero no podría terminar la crónica de ayer sin mencionar a los personajes que nos hemos ido encontrando, personajes con los que bailamos, disfrutamos, nos sorprendemos y se vuelven nuestros amigos, por eso aquí este homenaje a lxs amigxs y a los veteranos del Festival de Jazz de Montreal, en la foto mi querida Nydia Pando con un saxofonista callejero que hace varios días fotografié y con el maravilloso Georges André Paul, Artiste peintre.

 

4 de julio, Montreal

 

 

 

Visita a la Grande Bibliothèque

Ayer entré a un restaurante de chinos de esos que hay en todo el mundo y me sorprendió lo buena que estaba la comida, fresca, recién hecha. ¡¡La salsa agridulce no tenía apariencia radioactiva!! y sabía a una mezcla de especias que me encantó. El guiso de tofu era genial. Ya sé que debería estar probando comida de Montreal todo el tiempo pero tenía un hambre de tiranosaurio y necesitaba verduras. Era un poco difícil entender lo que traía el combo 1, eso de leer comida china en francés es extraño. El chino que me atendió me dijo que si era mucha comida la empacaba y enjoy the life. Después fui a la Grande Bibliothèque y fue una experiencia insospechada. Hacía mucho tiempo que no veía una biblioteca tan llena de gente, leyendo, disfrutando una biblioteca viva, y no es nada silenciosa. Los niños corren por ahí jugando y sus novedades realmente me entusiasmaron. Me da gusto saber que las bibliotecas pueden tener un futuro si no las queremos conservar tal cual son. Aquí mis recomendaciones de las recomendaciones que encontré.

 

 

 

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Festival de Jazz de Montreal

Empecé los conciertos de la tarde con Alex Pangman, una pelirroja que hizo bailar a la concurrencia sin parar, ella es la sweetheart of swing de Canadá, si bien no es exactamente de las generaciones tradicionales de este género. Proveniente de Toronto ella es aclamada por su composición y capacidad de resignificar el jazz clásico, mantiene vivo el gozo de música creada por grandes como Lous Armstrong. La concurrencia le contestaba emocionada cuando pidió como respuesta el famoso «Nuts» de una divertida interpretación de «Hot Nuts», y casi lloro cuando cantó «Baby, Won’t You Please Come Home» que yo escuchara por primera vez en la voz de Gloria Shannon por aquella época en que compraba con mi padre música con mi bucanero de preferencia sobre la avenida central en la Ciudad de México, en ese grandioso disco de mujeres bluseras de chicago: Mojo Mamas.

 

 

 

 

Larnell Lewis es un compositor, baterista, productor y educador de Toronto. Como todos los otros grandes artistas que se presentan en este festival se acompaña de los mejores músicos. Es más conocido por ser baterista de la banda de jazz Snarky Puppy. Pero es en realidad un gran performer de la música contemporánea. Donde la tensión entre la sutileza y la potencia del jazz  nos hicieron latir como si estuvieramos dentro de los instrumentos sonando con las gotas que caen dulces, apacibles o bajo un potente chorro de agua.

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Escuché en el escenario de Río Tinto a la cantante Victory, quien proviene de una familia de músicos y quien solía cantar en el metro de Nueva York, es bien conocida en el mundo del soul-jazz-folk. Alguien entre el público dijo ayer que le recordaba a Norah Jones pero otros materiales suyos son bastante distintos. Sin embargo, ella llenaba sola el escenario con su guitarra.

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Casi al mismo tiempo, con Paul DesLauriers Band grupo quebecua que está compuesto por tres  músicos del blues, además de Paul, Sam Harrison y Greg Morrency, disfrutamos una caída del sol apasionada con su blues rock de finales largos y revitalizados una y otra vez por el sonido de la guitarra.

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Antes de irme a conocer la vista nocturna de Mont Royal, donde no tomé ninguna foto porque hay experiencias que solo se viven con el único testigo de la memoria, aproveché para acercarme a la voluptuosidad de Schemes, una banda muy reciente y sabrosa, con su neo-soul, free jazz y hip hop, en la voz de Mike Clay y Nadia Baldé que se suceden creando un contraste que pone a mover la pelvis.

 

 

 

 

3 de julio, Montreal

Festival de Jazz de Montreal

 

 

 

 

Me encantan los lugares bilingües que se construyen de la diversidad, aquí encuentras migrantes de muchas partes del mundo, algunos son refugiados, otros buscan oportunidades académicas, o de trabajo, no todos migran en situaciones de riesgo en sus lugares de origen, como platicaba ayer con una amiga escritora, quien me presentó un amigo suyo de Kashmir, un país que yo ignoraba que existía, un país por el que su familia ha derramado sangre para mantener su independencia. Todo esto sucedía mientras escuchábamos al muy popular Nick Murhpy, bien conocido por el seudónimo de Chet Faker (homenaje a Chet Baker). Fue uno de los conciertos nocturnos más atiborrados, la masa era infinita y se prendida escuchando a uno de sus predilectos, este cantante australiano que ha adquirido mucho renombre internacional.

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Antes de encontrarme con la amiga tapatía disfruté muchísimo David Helbock´s/ Ramdon Control, un proyecto muy propio del jazz y de la experimentación que le caracteriza, un piano que es tocado de una manera no convencional, pues no sólo las teclas reciben las caricias de David, también las cuerdas son estimuladas directamente; el uso del bombardino con total desenfado no deja de llamar la atención con un estilo propio del free jazz, contrastando con la melodiosa flauta transversal y el clarinete. Al final la gente se puso de pie aplaudiendo, felices de esta performance musical.

 

 

 

 

 

Por la tarde, medio perdida entre las calles, una de mis actividades favoritas en ciudades desconocidas, llegué casi de manera accidental al escenario del Casino Montreal y me encontré a un grupo de origen Chad (país del África Central)  llamado H’Sao, radicado en Montreal, quienes mezclan sonidos modernos con influencias africanas. Al principio sólo se presentaban con sus maravillosas voces pero luego agregaron los instrumentos: guitarra, el bajo, el teclado y la batería tocada por un amigo de la infancia. Estos músicos autodidactas siguen trabajando a capella cuando es necesario, haciendo honor a sus influencias del gospel, soul, reggae, Rhythm & Blues y música chadiana, que los hacen tan únicos, razón por la cual el público no los dejó irse sin tocar una última canción.

 

 

 

 

En el escenario de al lado, conocí con una energía emocionante a la rubia Jenie Thai, cantando descalza canciones de amor, tocando dos teclados y cantando con el corazón, nos regaló su versión de When the Saints Go Marching In de Luois Armstrong y ahí fue donde caí redondita en sus brazos enérgicos y alegres. El pasto repleto de gente sentada y parada impregnada de la honestidad de la artista nacida en Tailandia.

 

 

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=6J_a9GC8qA4

En la orilla del parque la gente bailaba de alegría, porque aquí el verano hace que todos se relajen y disfruten la vida.

 

 

 

 

 

2 de Julio, Montreal

FESTIVAL DE JAZZ DE MONTREAL

fachada montrealAyer llegué a Montreal preguntándome cómo fue que decidí venir aquí, algunas razones son más locas que otras, dejaré la relación romántica pasada que me llevó a pensar en venir aquí y me quedaré con el sueño antiguo de cuando iba a la universidad y escuchaba jazz en Horizonte 107.9 FM y oí hablar del Festival de Jazz de Montreal por primera vez. El festival se lleva a cabo desde 1980, y en el han participado grandes celebridades del jazz como Diana Krall, Bob Dylan, Stevie Wonder y Ella Fitzgerald  y se ha convertido en uno de los festivales de jazz más famosos, algunos dirán que el más famoso. Este año el festival empezó el 27 de junio y termina el 6 de julio. No hablaré de los artistas que no vi en el escenario. Pero si empezaré por contarles de los conciertos que pude presenciar, entre la multitud, ayer que llegué y me asombró ver a los niños y bebés corriendo por todos lados y bañándose en las fuentes públicas del centro de Montreal, como he visto en América Latina, y los abuelos en su camping pasando la tarde sobre el césped escuchando a sus artistas favoritos.

 

 

 

 

 

Miles de personas deambulamos por los grandes escenarios que se encuentran en la zona del festival, el más grande es el Td en la Place des Festivales, cuya música se mete en los rincones de varias cuadras a la redonda.  Ahí me sorprendió  Steve Amirault, pianista, vocalista, compositor y educador, una eminencia en la música canadiense.  Es un veterano del festival de jazz, multipremiado, ha compartido el escenario con grandes como  Joe Lovano, Dave Liebman y Tim Hagans, entre otros. Pertenece al departamento de Performance de la École de musique Schulich de la universidad de McGill.

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Al terminar ese concierto, Barbara Diab & The Smoked Meat Band, se presentaron  en el escenario HYUNDAI en el Parterre du Quartier des spectacles a una cuadra de ahí, donde afortunadamente hay pasto donde sentarse a comer un helado. Ella es otra famosa y pontente artista de Montreal, nacida en Australia pero crecida en los límites con Detroit en Canadá. Su influencia proviene del blues y del gospel. Fundó The Smoked Meat Band con su marido el bajista Pierre Lamontagne. Se presentará de nuevo en el festival de Blues que inicia el 5 de julio.

 

 

 

 

 

 

La ecléctica artista sudafricana Lorraine  Klassen, hija de otra gran reconocida artista, nos puso a bailar en el escenario Rio Tinto, llenándonos de vida y recordando los ritmos que nos vibran desde el el corazón, ella ha conservado el sonido clásico de Township Music, sonido distintuvo de Sudafrica. Su música ha sido de la predilección de Nelson Mandela. Embebida por la música nos gritaba, ¡ustedes me aman! a lo que contestabamos ¡te amamos!

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Por último y no menos interesante, pude presenciar a un grupo que desde su entrada al escenario nos compartió un entusiasmo digno de New Orlenas, Lousiana,  lugar de donde proviene. Ellos tocan  Mardi Gras Indian al estilo Funk. Cha wa, su nombre, es tomado de una frase usada por las tribus indias Mardi Gras que significa  algo así como «aquí estamos». Las tribus Mardi Gras participaban del carnaval de New Orlenas con trajes muy característicos que podemos ver en el atuendo de estos músicos.

 

 

 

 

 

 

Como en cualquier lugar que se está llevando a cabo un festival musical, podemos encontrar a los artistas callejeros, frente a la iglesia o en una esquina, que no necesariamente por ser menos conocidos carecen de talento. Por eso me despido con este saxofonista que encontré en el semáforo de la calle De Bleury.sax callejero